Panel : Claves para
analizar la cohesión social en Uruguay:
los procesos histórico-sociales
generales
Dificultades y
posibilidades para el desarrollo a través de los imaginarios sociales.
Cambios en América Latina
y Uruguay.
Nelson Villarreal
Durán, consultor e investigador.
Documento para la discusión en el seminario Cohesión
social en Uruguay: balance y perspectivas, auspiciado por el CLAEH, SEGIB y
OPP, 22 y 23 de marzo de 2011, Hotel Balmoral, Montevideo, Uruguay
El mundo ya no es ancho, pero sigue siendo ajeno. Insumos
en la búsqueda de los imaginarios para la cohesión social del Uruguay en el
siglo XXI. Repensar los márgenes para lograr el mayor desarrollo integrador y
equitativo posible (hacia si mismo, la región y el mundo) sin reiterar falsas
dicotomías entre crecimiento y distribución en todos sus niveles, tomando en
cuenta la dimesión subjetiva del desarrollo.
Fundamentación
Incursionaré en la
relación entre lo objetivo y subjetivo, la importancia de ver las mutuas
implicancias y complementariedad entre lo cuantitativo y cualitativo. A la vez
rastrear algunos aspectos relativos a los imaginarios sociales, que podemos
identificar en la conceptualización del conflicto: desintegración-integración,
hacia un nuevo paradigma de cohesión social.
Como toda cultura y
sociedad, la uruguaya, encuentra su diferencial no solo en los logros medibles
y cuantificables, sino también en los mitos e imaginarios que están detrás de
las acciones de las personas, de la población, del estado, la política y las
instituciones.
En las últimas
décadas se pueden visualizar algunos quiebres de mitos fundamentales o
fundantes, tanto en su decadencia, su reformulación, como re-significación, a
la vez que se ven renovados imaginarios que están a la base de la identidad
social y democrática de nuestro país.
En el giro que ha
dado la sociedad, con la inauguración de la era progresista, se percibe la
transformación de imaginarios en los actores económicos, sociales, culturales e institucionales. Sobre todo en
la concreción, o no, de políticas que instalan cambios para generar sinegias de
un Uruguay distinto a las décadas pasadas. A este proceso se encuentra subyacente
una discusión relativa a los valores existentes, perdidos o a recuperar, a
crear y recrear, como condición propia de cada generación o momento histórico.
Abordaré algunos
hechos para visualizar cómo han influido los imaginarios sociales, colectivos y
culturales en la contradicción desintegración-integración para una nueva
cohesión social en la identidad actual de Uruguay.
Me remito al método de la complejidad de E. Morin,
pensando en una “metamorfosis” que posibilite un paradigma abierto, diverso,
igualitario, dinámico e inclusivo a la vez. [1]
Debemos tomar en cuenta que el concepto de “cohesión
social” es sumamente ambiguo, dado que tanto un sistema autoritario, como un
democrático e integral, pueden valerse del concepto de igual forma. Lo
rescatamos criticamente en la medida que es referencia para la democracia con
un sentido social y participativo.
De la misma forma
que el concepto de “cohesión social” es exportado y plantea una
conceptualización en el marco europeo, también lo es con el concepto de “inclusión
social”. Existe la dificultad y la pretensión de encuadrar en lo
establecido, sea mas elitista o mas popular. Por lo que hay que analizar: ¿incluir
a qué?, para no tener como resultado
sociedades fragmentadas o a velocidades internas, que nunca se cruzan y superan
las desigualdades e inequidades sustantivas.
Sociedades
altamentente desiguales como las de nuestro continente pueden estar
construyendo inclusión a dos velocidades y cuando caiga el proceso acelerado de
crecimiento, el desarrollo no será suficiente para asumir las contradicciones.
Quizás Uruguay esté más preparado para repensar una inclusión igualitaria, a
pesar que la matriz productiva no se ha transformado lo suficiente, la
descentralización es lenta y la generación de capacidades y valor agregado en
los recursos humanos que provienen de sectores pobres no logra sostenibilidad y
cambios sustantivos. Si a esto se agrega las dificultades del sistema educativo
y su vinculación con el país productivo podemos ver las llamadas de atención
sobre “cómo se da la inclusión”.
En tal sentido hay
que ver los márgenes que se producen en lo social, cultural, económico,
político y desde dónde se producen sentidos. Quizás a la base de los servicios
públicos sociales hay que tener en cuenta la interacción entre saberes y
construcción de identidades diversas, lo que implica un espacio común
integrador como parte del conflicto de lo que podemos plantearnos como cohesión
social.
Los términos de inclusión,
integración y cohesión social, en parte aluden a lo mismo, a la vez suponen
abordajes y posicionamientos distintos de los sujetos involucrados en el
proceso de desarrollo social. A la vez que reclaman la pregunta ¿desde dónde y
cómo se sitúan los sujetos involucrados
para un desarrollo integrador de todos?
Si tomamos en
cuenta retrospectivamente el fracaso de 'la igualdad absoluta de resultados'
generadas en las sociedades del socialismo real, que fueron seguidas por el
fracaso de sociedades basadas en la 'exclusiva igualdad de iniciativa y
oportunidades' en el mercado, vemos que estamos en un contexto de repensar los
alcances y límites de los sistemas. No solo cambiaron drásticamente las vías al
socialismo, sino las formas del capitalismo y su sustentabilidad para dar
cuenta de la inclusión de toda la población del planeta. Tanto las condiciones
prácticas, como teóricas, nos enfrentan a pensar la acción que efectivamente
logre crear las condiciones para el desarrollo de todas las personas y los
pueblos en todas sus dimensiones. [2]
Como bien plantea
Marcia Rivera, en su documento preparatorio para esta reunión, “… debemos insistir en que no puede haber un modelo único
de cohesión social puesto que ésta es precisamente una construcción social;
cada grupo humano construye formas de interacción que estarán asociadas a sus
circunstancias específicas, incluyendo su evolución histórica….A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha existido un cierto
nivel de tensión en las relaciones entre los individuos que componen una
sociedad, verificándose diversos grados o modalidades en que la igualdad y la
desigualdad se expresan. Si algo deja claro la evolución histórica del planeta
es que en las sociedades siempre conviven procesos que buscan afirmar una mayor
igualdad entre las personas y procesos que buscan afirmar las diferencias. El
entre-juego, el equilibrio, el balance entre esas fuerzas de cierta manera
centrífuga y centrípeta, es lo que nos rendiría una idea de cohesión social en
determinado momento y medio.”[3]
Desde una perspectiva
antropológica integral, centrada en el concepto de “persona ser en relación”,
en la comunidad social, podemos rescatar la idea de alteridad, como condición
necesaria para que cada persona y todas las personas sean parte de un proceso
social que los beneficie y los haga ser parte de los logros y contradicciones de
una sociedad. Superando la explotación, la dominación-opresión y la sumisión, a
partir de una dinámica activa del reconocimiento de la reciprocidad de derechos para el desarrollo
de cada uno y de todos.
En ese sentido es que hablaré de
cohesión social. Teniendo en cuenta el aporte de Mounier y Lebret, tan
importantes para la historia del CLAEH. En tal sentido diferencia y diversidad
solo parecen posibles como valor para el reconocimiento de todas las personas,
si se dan en un marco de igualdad y reciprocidad. Donde la proporcionalidad del
acceso a los bienes materiales y culturales construye las posibilidades
relativas de toda/os y no solo de algunos.[4]
Los procesos de
humanización/deshumanización que ha vivido la humanidad encuentran sustento en
la referencia de la dignidad de la persona humana, sea a través de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y las tres generaciones de los
mismos, como la construcción
participativa y negociada de sistemas que den cuenta de las posibilidades
básicas para toda/os un marco general de libertad real.
Por otro lado las tradiciones espirituales,
ideológicas y culturales son parte de los referentes que se ven cuestionados o
reforzados desde las nuevas realidades. Legitiman la consistencia
ético-práctica que puede sustentar una cosmovisión integradora o de cohesión en
una sociedad. Llevando a desencadenar, o no, la libertad social e individual de
los integrantes de una comunidad o sociedad concreta.
Si tomamos en cuenta que la especie humana, como
animal cultural, que cambia por la reproducción y transferencia de los memes
(inteligencia social acumulada, que a través de la estructura de lenguaje
transfiere conocimiento teórico y práctico); la pregunta es cómo se crean
círculos virtuosos para acumular y no desacumular en una cultura de la cohesión
y la integración social con autonomía en tiempos de cambios.
A nuestro entender podemos hablar de procesos y
resultados de cohesión social cuando abordamos tanto las dimensiones objetivas
como subjetivas que hacen al devenir de una sociedad. Son tan fundamentales los
datos cuantitativos como cualitativos que estructuran los proyectos de
sociedad, que devienen en derechos, instituciones y políticas, como en indicadores y estadísticas.[5]
Abordando que pasa en la región
En la región el concepto de cohesión social se ha
comenzado a utilizar ante la necesidad de encarar los constantes problemas que,
pese a algunos avances logrados en los últimos años, aún perduran: altos
índices de pobreza e indigencia; la extrema desigualdad que nos caracteriza;
diversas formas de discriminación y de exclusión social que se remonta a la
historia del continente. Pero los viejos y nuevos actores aún no logran la
necesaria sinergia de principios de cooperación y de comunicación para un
desarrollo sustentable, equitativo y de justicia social. La pertinencia para Uruguay pueda estar en
que hay categorías similares con los países europeos, a la vez que el ser parte
del continente latinoamericano nos hace ser referente en muchos aspectos.
La conceptualización de cohesión social, como
instrumento-metodología para fortalecer la democracia, permite tomar en cuenta
valoraciones y percepciones de las personas sobre el grado de solidaridad que
la sociedad les brinda y, a su vez, sobre cómo definen su solidaridad con
respecto de los otros. Pasar de una cierta homogenización al reconocimiento del
diferente, el distinto y el excluido. Categorías que hacen a lo
socio-económico, pero también a lo socio-cultural, replantean los mecanismos
que permiten construir espacios y mecanismos en alteridad, que partan de la
reciprocidad y la muta aceptación valoración y apropiación de los procesos
históricos.
En la medida que no solo se pretende construir
inclusión y cohesión recuperando solidaridad e igualdad, sino que se busca una
forma más democrática e involucra dora del ciudadano; ello conlleva un doble
conflicto para el que no necesariamente, ni la sociedad, ni las políticas
parecen estar preparadas.
Implica la relevancia de políticas públicas
abiertas que construyan una cohesión social basada en valores democráticos y de
empoderamiento ciudadano. Teniendo en cuenta la importancia de la cuestión
ética de la equidad y la igualdad social,
siendo relevantes la solidez del Estado de derecho, el orden social
democrático y la gobernabilidad para la
participación.
La CEPAL considera que a partir de las políticas
públicas es más difícil actuar sobre los factores subjetivos de la cohesión
social. Por lo que la acción en este campo suele ser más indirecta. Por lo que
quizás haya que pensar en “la política de la políticas públicas”, es decir en
los supuestos ideológicos e imaginarios que moviliza el construir ciertas
políticas, pero no en un período de gobierno sino a lo largo del historia de
una sociedad.
Como se plantea en
el propio informe del BID “El curso del desarrollo económico y social en
América Latina está dominado por la búsqueda de paradigmas nuevos: maneras
simplificadas de entender el funcionamiento de la economía y la sociedad que
brinden a los gobiernos una gama de políticas alternativas. América Latina se
ha dejado llevar por paradigmas sucesivos, desde el desarrollo dirigido por el
Estado y las políticas de sustitución de importaciones de la posguerra hasta la
estrategia de liberación y apertura según los términos del Consenso de
Washington en la década de 1990. Igual que ha ocurrido con otros paradigmas, se
ha desvanecido el entusiasmo por el Consenso de Washington y ahora la región
anda en busca de un nuevo modelo que ofrezca mejores resultados económicos, mayor
estabilidad y más equidad”[6]
En la misma línea se desarrolla el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD
en 2008 para Uruguay, denominado “Política, políticas y desarrollo humano”.
En cuanto a lo medible, el desempeño económico y
la distribución de los resultados del
desarrollo, gravitan decisivamente en el bienestar de las personas. Pueden ser
más activas las políticas que inciden en las condiciones objetivas más
claramente relacionadas con el bienestar y la calidad de vida de la gente. Para
lo que interactúan tres ámbitos de políticas para tales objetivos: la
ampliación de las oportunidades productivas, el fomento del desarrollo de
capacidades personales y la conformación de redes más inclusivas de protección
ante vulnerabilidades y riesgos.
En lo subjetivo lo que dinamiza son los mitos e
imaginarios colectivos de ser parte de un proyecto de sociedad, el deseo de
cambio e iniciativa de los sujetos personales y sociales, como los sentimientos
de pertenencia.
En el caso de Latinoamérica “desde muy temprano en la construcción del
Estado-Nación, las fuerzas más
progresistas de la región se habían planteado la histórica tensión
igualdad/desigualdad y como meta
colectiva hablaban de la inclusión social o la integración social,
encontrándose indicios de un largo debate sobre cómo lograr sociedades más
integradas. El gran problema latinoamericano desde siempre estuvo relacionado
con la distribución del poder y la integración étnica-racial de su
diversidad, producto de sus procesos
históricos. Las fuerzas más progresistas
en la historia regional preconizaban un criollismo integrado, donde los
elementos indígenas constitutivos de cada sociedad pudieran estar en plena
igualdad de condiciones con los elementos europeos y los criollos surgidos del
mestizaje. Generar sociedades verdaderamente incluyentes ha sido una quimera
trascendental de las fuerzas progresistas en la historia latinoamericana.”[7]
Las condiciones subjetivas de
afiliación a un sistema, paradigma, tradición o cultura, da sustento a la cohesión
de una sociedad. En tal sentido la desafiliación producida por diversos
factores en distintos sectores, en los compromisos políticos, en los fieles de
una religión, etc, son parte del quiebre. Por ello el sentido de pertenencia
como eje de la cohesión social es el componente a tomar en cuenta, según la
CEPAL, para lo que es pertinente observar los fenómenos en el grado de
polarización, el surgimiento de tribus urbanas y la tensión libertad individual
vs. diversidad.
En este sentido la CEPAL concluye
que la cuestión de la “inclusión social” se refiere al balance entre derechos
sociales instituidos y la solidaridad
social internalizada, mientras que la pertenencia se traduce en el acceso a
derechos por un lado y en el compromiso de los individuos con las reglas y su
disposición a participar. Ello implicaría mayor equidad (políticas de
reconocimiento) y mayor aceptación de la diversidad en una sociedad.
“Los derechos económicos, sociales y culturales
(para la CEPAL considerados derechos sociales) construyen sentido de
pertenencia. Por ello, un régimen que los afirme y potencia contribuirá a la
cohesión social. Asegurar la titularidad de estos derechos es deber de los
Estados. A diferencia de los derechos
civiles y políticos que se instauran por voluntad política, los derechos sociales son parte de un proceso
que requiere de un continuo entre el de jure y el de facto. Por
tanto, implica un esfuerzo por parte de los Estados en el mejoramiento de las
instituciones en términos de recursos humanos, físicos y financieros. La CEPAL plantea que estratégicamente los
Estados deben avanzar en dos direcciones
complementarias para promover sinergias entre titularidad de derechos y
cohesión social“.[8]
Para el universo de visiones se requiere de un
contrato por la cohesión social, que permitiría sellar el acuerdo y el
compromiso político en torno a ese objetivo y disponer de los recursos
económicos, políticos e institucionales que lo hagan viable. La CEPAL ha
incentivado propuestas en este sentido como el pacto fiscal y el pacto de
protección social, pero que tienen la dificultad de no dar cuenta y asumir el
conflicto de poder que está en la instrumentación práctica.[9]
Siguiendo el libro
de CEPAL[10],
relativo a algunos factores subjetivos de la cohesión social, ahí se dice
“el concepto de cohesión social se refiere no solo a los mecanismos de
inclusión y exclusión, sino también a cómo estos influyen y moldean las
percepciones y conductas de los individuos frente a una sociedad o comunidad en
particular. Como el concepto abarca la relación entre los individuos, la
comunidad y la sociedad, es importante captar las valoraciones y percepciones
de las personas acerca del grado de solidaridad que la sociedad les brinda y, a
su vez, de cómo ellas definen su solidaridad hacia los demás. Ambas
valoraciones forman parte de la dimensión intersubjetiva de esta relación entre
individuo y sociedad, moldean y enriquecen su contenido, y contribuyen a
definir predisposiciones y comportamientos.
… se examina
precisamente cómo los factores psicosociales —en su conjunto y en su
interacción— dan señales sobre la capacidad de emprender un proyecto social
común. Con ese objetivo, se analizan algunas percepciones, valoraciones y
actitudes de los individuos relativas a la dinámica de los principales
mecanismos de inclusión y exclusión social en la región y que, en último
término, pueden conducir a comportamientos que favorecen o dificultan el logro
de acuerdos sociales.”
Por otro lado se
observa que los proceso de desafiliación de sectores excluidos, tiene su
contrapartida en la desafiliación de sectores medios y ricos que no quieren
sentirse parte de una misma sociedad. En tal sentido la ausencia de servicios
sociales en varios sectores tiene como contrapartida la idea de los sectores
que se benefician de la riqueza que no consideran tener motivos por lo que
hacerse cargo de la superación de las desigualdades. Tema nada fácil de abordar
en la actual emergencia de la “cultura de la satisfacción”, en la que se
consolidan las clases medias, sean viejas o nuevas.
“La permanencia de
los mecanismos de exclusión social, la magnitud de la población excluida, así
como la concurrencia de un gran número de factores adversos que afectan a un
mismo grupo de personas —como los que llevan a actitudes de discriminación
étnica— llegan incluso a permear las percepciones de quienes no están afectados
directamente por la exclusión social. De esta manera, tiende a difundirse una
suerte de imaginario o representación negativa generalizada en la población
respecto del funcionamiento de la sociedad, del poder y de quienes lo ejercen.
Por el contrario, las percepciones positivas de los ciudadanos sobre el
funcionamiento de la justicia, el cumplimiento de normas mínimas en la sociedad
y el control de condiciones que determinan su bienestar, influyen en conformar
actitudes y predisposiciones que favorecen la cohesión social, como el
pluralismo y la no discriminación, el sentimiento de confianza en los demás y
en las instituciones, y la solidaridad.”
Parece ser que la confianza social es clave para que
existan posibilidades de cohesión y para lograr acuerdos amplios. Es percibida
a la vez como uno de los soportes y como fruto de la democracia. El concepto de
confianza social ha sido desarrollado principalmente desde la ciencia política
y la teoría de juegos, y también ha sido retomado por los teóricos del capital
social, como eje del análisis de las redes sociales y comunitarias.
Por otro lado, los países donde la población percibe
mayor solidaridad social de los demás son los más fortalecidos en la
institucionalidad de la política social, con una lucha más activa contra la
pobreza y donde se expresa, en general, más confianza. Sin embargo, no queda
claro que la percepción positiva sobre el grado de solidaridad de los demás
vaya acompañada por una valoración favorable de la subordinación de los
intereses propios al bien común.
A la luz de la información descrita sobre confianza y
solidaridad, cabría preguntarse si alguna “fractura social” está minando la
solidaridad social o la confina exclusivamente a la colaboración en comunidad,
y si esta fractura está ligada específicamente con la exclusión social y la
discriminación.[11]
La participación puede entenderse como
toda acción colectiva de individuos orientada a satisfacer determinados
objetivos. Así, la consecución de tales objetivos supone la existencia de una
identidad colectiva anclada en la presencia de valores, intereses y
motivaciones compartidas que sustentan la existencia de un “nosotros” … “En
cuanto a la participación comunitaria, puede entenderse como la organización
racional, consciente y voluntaria de las personas que habitan un espacio
determinado, con el propósito de proponer iniciativas que satisfagan sus
necesidades, de definir intereses y valores comunes, colaborar en la
realización de obras y prestación de servicios públicos e influir en la toma de
decisiones de los grupos de poder de ese espacio (CEPAL/SEGIB, 2006).
Se constata como fundamental, en la
importancia que tienen los logros educacionales y las posibilidades de
movilidad social ascendente, en las percepciones sobre la democracia.[12]
Uruguay en el contexto de América Latina para el
objetivo de la cohesión social
El cambio de década en América Latina está marcado por
el creciente rol de Brasil en varias áreas, la atención con que se sigue el
proceso liderado por el presidente boliviano con un Constitución que refleja
una sociedad multinacional y multiétnica, el cambio político en el Chile de la
Concertación de centro-izquierda a la derecha, lo discursivo del proyecto del
socialismo del siglo XXI en Venezuela y el ocaso de comunismo en Cuba, la
debilidad de las democracias centroamericanas y de Paraguay. Argentina entre un
proyecto nacional-populista y la integración latinoamericana.
En este contexto Uruguay[13],
con el gobierno de Vázquez y ahora de Mujica, aparece como el paradigma de
renovación para el desarrollo de países pequeños en crecientes contextos de
crisis, competencia, regionalización y globalización. La izquierda renovó su
mandato por cinco años mas fortaleciendo las estrategias de crecimiento con
distribución, inclusión social, educativa y digital, buscando consolidar las
alianzas público-privadas así como la inserción multilateral del país a la
región y al mundo. Escenarios optimistas hablan de Uruguay como el País Vasco
del Mercosur, o Montevideo como la Berlín de la región. Finlandia y Nueva
Zelanda han jugado de referentes en el gobierno y muchas ciudades para nuestra
capital.
Imaginarios en tensión en la cultura uruguaya
Uruguay sufrió un quiebre con la crisis del 2001-2002
que llevó a mirar hacia adelante para no desaparecer como nación, produciéndose
cambios tanto en lo político, económico, social y cultural. Quizás los 40 años
de crisis constante, de lo ya diagnosticado por la CIDE en la década del 60.
Las secuelas de las crisis del 59, 69 y 82 se hicieron plenamente evidentes en
la postergación de los sectores más vulnerables que dejó afuera la crisis del
2001.
Pero la primera década del siglo XXI comenzó a mostrar
un cambio de paradigma como respuesta al inmovilismo y deterioro. De igual
forma el reposicionamiento de la sociedad, la rotación política, el crecimiento
económico constante desde 2003, como la predisposición a la inversión y la
innovación, no logran cambiar algunos datos duros de la fractura social que se
instaló en el país.
Con una economía política ordenada, orientada al
crecimiento y la relativa distribución económica, con inversiones externas
importantes, aún no dejan claro el proyecto de desarrollo a largo plazo, siendo
quizás una “cuarta vía“ para el desarrollo que deba dar otros pasos. La
sinergia entre las políticas económicas y sociales, las sectoriales y
territoriales requieren de mayor tiempo para lograr resultados. Ante la
necesidad de algunos sectores más pobres y de trabajadores de bajos recursos
que no logran el cambio y asenso social
que se producía en otras décadas para los sectores.
Las condicionalidad y restricciones de un país que no
logró acompasar sus logros sociales, con el crecimiento económico durante la
segunda mitad de siglo XX, escleroso e inmovilizó a varios sectores,
quitándoles la capacidad de favorecer el cambio integrador y transformándose en
un peso directo o indirecto para retomar el curso de una sociedad más
igualitaria.
Los modelos se sucedieron sobre la lógica del medio y
medio, sin lograr consolidarse hasta que la crisis del 2001 aceleró la
respuesta transformadora, que era inevitable llegara de la mano de la izquierda
que busca conciliar modelos gestionados desde una perspectiva ideológica de
izquierda, pero con instrumentos que pertenecen a todo el espectro. Más aún
legitimando la idea de izquierda racional y centrista.
El país deja de mirar al pasado como el gran referente
y comienza a pensar, accionar y planificar mirando al futuro mediato, pero ya
desde una situación dual que no tiene las connotaciones de la región, pero si
que genera la pregunta sobre como hacer que los sectores mas postergados
efectivamente logren capitalizar los logros a mediano y largo plazo. Sin por
ello desconocer que no solo se freno la caída, sino que se revirtió, situando
el proceso de crecimiento en función de la distribución, más allá de la
discusión sobre las formas y tiempos de la misma.
Algunos de los conflictos que podemos rastrear en las
últimas décadas y que pueden ser significativos para pensar “cohesión social”
en el Uruguay del bicentenario, que va largamente desde el 2011 al 2030,
mostrando lo heterogéneo de lo que fuimos y podemos ser, rescatando lo mejor y
aprendiendo de lo que nos impide el desarrollo.
Se podría decir que del pasado, un siglo XIX con más
de un proyecto de nación, la primera mitad del siglo XX de imaginario
integrador e igualitario, pasando por cuatro o cinco décadas de decadencia a
fines del siglo pasado, que dan cuenta de lo esclerosado de algunos temas. Al
presente prometedor a comienzos del siglo XXI que puede pensar el futuro viable[14],
es como se visualizan los imaginarios en contradicción de la sociedad uruguaya.
Deberíamos tomar en cuenta como han jugado y juegan
las siguientes secuencias en la formación
de un nuevo paradigma de cohesión/inclusión/alteridad social:
Sociedad integrada ( homogeneización urbana) vs campo-
márgenes
Sociedad amortiguadora-dificultades para los cambios
con riesgos
País de cercanías con posibilidades y trabas
Territorio
despoblado-concentración urbana-país macrocéfalo
Sociedad europeizada-afrodescendientes y apertura a
diversidad latinomericana
Mirada al mar - interior profundo
“M’hijo el dotor” - universidad del trabajo - La
necesaria formación integral
Igualitarios en lo público- desiguales en lo privado
(social, género, etnia, territorio, generación)
Discurso de solidaridad-individualismo práctico -
“nadie es mas que nadie”
Carnaval-futbol-religiosidad popular como lo “bárbaro”
vs lo “civilizado”
Lo laico y lo religioso en la confluencia secular por
la igualdad
Virtudes públicas-vicios privados
Partidocracia-participación social ciudadana
Garra charrúa-insignificación regional y global
Identificación con los integrados y la cultura de la exclusión
y el estar fuera
Seguridad ciudadana - seguridad humana
Con la década progresista se renovaron imaginarios
igualitarios y de mayor equidad. A la vez que se refundaron, el desarrollo de
gobernar hace que emerjan las dificultades de algunos datos y cosmovisiones que
no parecen cambiar tan fácilmente como se creía antes de llegar al gobierno.
El gobierno de Vázquez llegó con una visión de reformas estructurales que buscó re-incluir a
sectores que fueron expulsados en las décadas pasadas, a la vez que poner al
país en una dinámica de desarrollo y crecimiento perdida desde finales de la
primera mitad del siglo XX. Buscando producir los cambios hacia una sociedad
desarrollada para el siglo XXI. Si evidentemente se dieron logros
importantísimos, las restricciones en varios aspectos sofrenan la dinámica, o
la hacen más lenta la concreción de una etapa totalmente nueva.
Con la propuesta de “Los Uruguay”(Integrado,
Productivo, Social, Innovador y Democrático), en 2004, se buscó construir un
imaginario mirando al futuro, ante los Uruguays desiguales, paralelos y
contradictorios que habían comenzado a consolidarse con la crisis y debían
superarse.
La izquierda llega al gobierno pensando el país
estructuralmente (Reforma de la Salud
Reforma Impositiva, Plan de Equidad) Se planteó
una mirada de corto y mediano plazo, con
macro-economía y confluencia entre política económica y social, pero comienza a
emerger la ausencia de visión de largo plazo.
La fractura, la segregación y el desarrollo desigual
contenido por un imaginario colectivo igualitario se comienza a ver más con una
gran parte de la sociedad que comienza a desarrollarse y otros que ya no pueden
aprovechar las oportunidades.
Un diferencia fue el Plan Ceibal y la inclusión
digital, con la ausencia de una reforma educativa que se visualice como propia
por todos los actores más allá de los logros puntuales.
Se esboza la confluencia y sinergias entre lo público
y privado que comienza a concretarse con gobierno integrador de Mújica. Que
adolece de una paradigma y se mueve en forma incrementalista.
La búsqueda de una proyecto nacional que incorpore en
la negociación a todos los actores, junto a la integración a la región, son
quizás las mayores apuestas del segundo gobierno de la izquierda.
Los “debes” en relación a la Reforma Educativa y a la
Reforma Administrativa del Estado que está fragmentada, ponen bajo sospecha en
algunos aspectos como se puede propulsar el nuevo imaginario integrador hacia
dentro y hacia fuera del país. Es de destacar la puesta en marcha de
“ventanilla única”. Reforma en lo territorial un paso de continuidad que
requiere atar con el desarrollo local y la micro economía
El desarrollo territorial concentrado o
descentralizado, estrategias de descentralización en disputa e importancia de
las agencias de desarrollo local con articulación subregional y nacional[15] Un proyecto interesante es el programa “Uruguay Integra”[16]
con apoyo la UE y el “Uruguay Innova”[17]
como el otro sostén para el desarrollo. Asimismo la Experiencia de Uruguay Piloto
de la reforma de NU que coordinamos desde OPP, entre 2007 y 2009, muestra que
se pueden generar sinergias, transversalidad y capacidad estratégica en el
diseño y la ejecución de políticas públicas para el desarrollo integral.[18]
El objetivo de las políticas busca consolidar
imaginarios de igualdad básica en la educación, la salud, la vivienda, el
empleo, la seguridad, digital y
protección social para un nuevo paradigma de integración e inclusión.
Del igualitarismo de resultados a la igualdad de posibilidades
a través de la igualdad de oportunidades en una sociedad que se abre lentamente
a la diversidad, intentando no agudizar la desigualdad.
El desarrollo
integral ha sido posible en paises exitosos, con las dimensiones de Uruguay, a
partir de una base igualitaria. Los elementos colectivos son dinamizadores de
los objetivos de mediano y largo plazo. Pero para ello parecen articularse una
base igualitaria, concertación entre actores y desarrollo del conocimiento.
Esta traida no solo es posible por factores medibles, sino por la visión que la
sociedades tienen de si mismas y lo que pretenden lograr.
Retomando el aporte
de los documentos temáticos
Es de suma importancia el punto de partida que
toma en su trabajo Pablo Martinis, retrotrayéndose a la CIDE, porque quizás sea
el ejemplo mas paradigmático del cuestionamiento a un imaginario de país que ya
estaba en crisis y que tardo 40 años para comenzar a cambiar.
“….se postulaba la necesidad de superar el estado
"tradicional" de nuestra sociedad e instalar una dinámica de
modernización en ella. En este pasaje cobran un lugar central los procesos de
planificación, fundamentalmente en el ámbito económico. En este sentido, se
plantea el carácter "ineficiente" y "enciclopédico" de las
instituciones educativas y se plantea la necesidad de vincular la educación
"de forma explícita a la economía, sea como inversión o como formadora de
'recursos humanos' para los nuevos puestos de trabajo en la industria o en el
mundo de los negocios" (Davini, 1995).”[19]
“Pensar la educación para la cohesión social supone
reubicar el alcance educativo de todos los ámbitos que participan en el acceso
de las nuevas generaciones a saberes, prácticas y pautas culturales necesarias
para participar socialmente. Ello, hace necesario tomar iniciativas para la
efectiva articulación de todos esos espacios, en la línea de una construcción
efectiva de una política de infancia y adolescencia que reconozca en la
educación uno de sus componentes fundamentales (CNPPSS, 2010). En definitiva,
se trata de ampliar nuestra noción de educación más allá de los límites del sistema
educativo formal, construyendo una visión que sea capaz de reconocer
trayectorias educativas que se desarrollan en diversos ámbitos institucionales,
articulados en función de proveer un efectivo cumplimiento del derechos a la
educación.”[20]
Ernesto Rodríguez plantea que los cambios de los
últimos años “ han sido menos visibles en
las mujeres, en niños, niñas y adolescentes, y –sobre todo- en las y los jóvenes. Si bien el Plan de Igualdad desarrolla
acciones en la dirección correcta a favor de las mujeres, al tiempo que la
reforma de la salud está impactando favorablemente en niños, niñas y
adolescentes, y la reforma tributaria generó beneficios para los trabajadores
jóvenes, el “debe” sigue siendo grande.
Mientras el desempleo general se ubica en sus niveles
históricos más bajos (5,4%) el desempleo juvenil se ubica en el 21%. Si se
compara, además, el desempleo juvenil con el desempleo adulto (ubicado por
debajo del promedio), aquél es cuatro veces más elevado. Sumado a ello, hay que
destacar los elevados niveles de abandono en la enseñanza media: como expresa
un reciente estudio de UNICEF, mientras que el 60 % de los chilenos pobres y el
42 % de los argentinos pobres logran terminar el bachillerato, en Uruguay solo
36,4 % de los no pobres y apenas el 6,35 % de los pobres lo hace (De Armas y
Retamoso 2010).
Evidentemente, dos de los principales componentes del
aprovechamiento de capacidades y generación de oportunidades (pilar central de
la cohesión social) están seriamente cuestionados, y si a ello se suman las
evidencias relacionadas con la escasa “protección” de la que son objeto las y los jóvenes (en materia de
salud y violencia, por ejemplo) y su acotado “sentido de pertenencia” a una sociedad que los aísla y
los mira con recelo (los otros dos pilares centrales de la cohesión social), el
panorama es francamente preocupante.”[21]
Como bien concluye Lorenzelli “El trabajo ha sido un eje articulador de la sociedad
durante gran parte del siglo XX y para muchas sociedades, la uruguaya entre
ellas, un mecanismo de cohesión e integración social. A partir del trabajo no
sólo se generan ingresos necesarios para la vida sino también reconocimiento,
estatus, reconocimiento de derechos y generación de ciudadanía.
Los cambios acontecidos a partir de la década de los
ochenta del siglo pasado los fenómenos vinculados a la globalización y,
sobretodo al gran incremento de la productividad del trabajo, cambiaron
radicalmente la configuración del mercado de trabajo como instrumento
favorecedor de la cohesión social y como institucionalidad articuladora de los
diferentes actores protagonistas de las relaciones laborales.
El Uruguay que se caracterizó por tener canales de
integración y cohesión aceptados
socialmente (en particular la educación, la integración residencial y
mercado de trabajo) no estovo ajeno este fenómeno y presentó en los últimos
años signos claros de pérdida de cohesión asociada a que una parte de la
población encuentra problemas a la hora de insertarse en el mercado de trabajo
y a la calidad del empleo cuando logra dicha inserción.
La institucionalidad del mercado de trabajo resulta
clave ya que los mecanismos de inclusión no pueden quedar librados a la acción
de los actores privados en los mercados correspondientes. La acción activa del
Estado es fundamental tanto en la formulación y puesta en práctica de políticas
activas en favor de la cohesión como garante de la población excluida.
Algunas medidas como la reinstauración de los Consejos
de Salarios han demostrado ser instrumentos potentes para igualar situaciones
de desigualdad. Sin embargo hay que profundizar en el logro de una
institucionalidad del mercado de trabajo que favorezca a la vez la protección
de los trabajadores más desfavorecidos y la eficiencia de los mercados. Un
capítulo especial lo constituyen los grupos más desfavorecidos.”[22]
El futuro de la región
El mundo actual implica escenarios donde se juegan
sistemas integrados, y la competitividad es sistémica, no basta con análisis
prospectivos locales, sectoriales o fragmentados en lo académico que no tienen
impacto en el ámbito y nivel en que se toman las decisiones, como en relación a
los actores y poblaciones crecientemente afectadas.[23]
Dado que la región tiene una de las tasas de
urbanización más altas del mundo, entre el 2000 y 2030, la población urbana de
América Latina y el Caribe aumentará de 394 millones a 609 millones, esto es
determinante para la cohesión social o la desintegración. Además, Naciones
Unidas prevé que en 2020 el porcentaje de la población que habitará en zonas
urbanas de esta región superará el de los países desarrollados, convirtiéndose
en la más urbanizada, con casi el 80 por ciento de sus 600 millones de
habitantes viviendo en ciudades. Parece mantenerse el diagnóstico de la CEPAL
sobre juventud del 2000 En la actualidad, los jóvenes de los estratos populares
urbanos y rurales sufren un riesgo de exclusión social sin precedentes,
derivado de una confluencia de fuerzas que tienden a concentrar la pobreza
entre los jóvenes y a distanciarlos del centro del sistema social. Uruguay es
parte de estos datos de Latinoamérica.
Las múltiples trayectorias de emancipación de las de
las nuevas generaciones de distintos estratos sociales están ligadas a las inequidades
de las pautas de comportamiento reproductivo, que descargan el mayor peso de la
reproducción biológica y social sobre los jóvenes de menores recursos,
perpetuando así el círculo vicioso de la pobreza dejándolos fuera de la
inserción educativa para lograr inserción económica. [24]
El proceso de envejecimiento más rápido es con
frecuencia el resultado de la migración de adultos jóvenes de áreas rurales
hacia áreas urbanas dentro de un mismo país. Es difícil que las personas
jóvenes que se encuentran trabajando en las urbes puedan ofrecer un apoyo
directo a sus parientes de mayor edad que permanecen en áreas rurales, aunque
si lo puedan hacer a distancia.[25]
Prospectiva de la integración social y políticas al
2030
Mirando al futuro el problema más grave es el
estancamiento de América Latina en materia de educación, ciencia y tecnología. Uruguay tiene diagnóstico que muestran la
disociación entre los proceso educativos y la generación de ciencia y
tecnología. Hipotecándose a futuro los logros de la innovación. Mientras Asia y
Europa oriental han logrado incrementar sostenidamente la mano de obra
altamente calificada, la mayoría de los países latinoamericanos apenas ha
logrado modificar sus obsoletos sistemas de educación. Sin embargo los
economistas del BM concuerdan en que la región deberá enfrentar grandes
desafíos en los años por venir. El ascenso de China e India a la condición de
importantes protagonistas en la economía mundial obliga a América Latina a
adaptarse o quedar a la zaga. [26]
Parece un desafío clave para el desarrollo vincular
innovación tecnológica, sistema productivo, educación e inclusión social en una
articulación fuerte y sinergias entre lo público y lo privado. Un marco que ha
comenzado a desarrollarse en Uruguay es la discusión y articulación de actores
en torno a las tecnologías sociales para el desarrollo, que se suman a las
distintas estrategias para generar valor agregado a iniciativas que deben
capitalizar los procesos de crecimiento. [27]
Respecto a lo político es previsible que la democracia
se vea consolidada en la medida que avancen los logros de igualdad básica,
inclusión social, sostenibilidad del crecimiento y los temas de seguridad
pública. El ciclo de gobiernos progresistas es probable que se decante en un
sector socialdemócrata latinoamericano que alterne con partidos
liberal-conservadores que reconozcan como política de Estado el nuevo ciclo de
protección social inaugurado o profundizado por los gobiernos resultantes de la
crisis neoliberal.
Las reformas de tercera generación resultantes de la
insuficiencia o desfonde de las políticas de los 90 dieron una respuesta de
recuperación política, social y económica en la primera década del siglo XXI,
que se enfrenta hasta donde pueden ser profundizadas, ampliadas o generar un
nuevo modelo que genere un desarrollo sustentable en las próximas décadas.[28]
El cierre de la primer década de siglo XXI retomo el
rol del sector público en varias áreas, tanto como dinamizador y articulador de
la economía, la innovación y las inversiones, pero sobre todo en las políticas
de desarrollo social con la incorporación de mínimos sociales, renta básica,
reformas impositivas y de la salud que buscan superar la brecha creciente entre
ricos y pobres. Estos logros son el resultante de la recuperación de la
política y la movilización social de sectores que fueron excluidos y impactados
en los 90.
Las reformas sociales comenzadas en esta década
podrían consolidar en los próximos 20 años, tanto la superación de la pobreza
extrema, la inclusión social a través de una “renta básica universal”,
cobertura de salud primaria, escolarización y acceso a la educación secundaria
para la gran mayorías de las zonas urbanas.
El hecho de que haya una población más numerosa de
personas mayores hará que aumente también la demanda de atención de salud para
enfermedades crónicas, en un momento en que muchos países de la región se
encuentran todavía luchando contra enfermedades transmisibles asociadas con
situaciones de hacinamiento y pobreza. El ofrecer servicios de salud, vivienda
y apoyo económico para esta creciente población de personas de edad avanzada,
será un desafío significativo para los gobiernos latinoamericanos durante el
siglo XXI, particularmente lo será para Uruguay.
La innovación producida en el diseño institucional de
nuevas políticas públicas tanto en la complementariedad público-privado, el
desarrollo tecnológico, pero sobre todo en la configuración de Ministerios de
Desarrollo Social articulados en Gabinetes Sociales, tanto con Ministerios de
Salud y Vivienda pero también con Ministerios de Economía y Salud, como con
gobiernos locales, favorece la implementación integral como transversal de
políticas de inclusión social,
protección y desarrollo social para la competitividad de la región.
La consolidación de estrategias de desarrollo social
que combinen sistemas tributarios eficientes y distributivos con estructuras de
protección y seguridad social universales acordes con una perspectiva de
derechos de igualdad y diversidad, a la vez que tenga la plasticidad de los
mercados fluctuantes y las instituciones estatales modernas.
En tal sentido una economía política y social que
logre un modelo de desarrollo integral que consolide un pacto virtuoso entre el
sector público y privado, un pacto político que reconozca por un lado como
ventaja comparativa el crecimiento con distribución sustantiva, una apropiación
ciudadana de las grandes agendas sociales y una inserción global en equilibrio
con otros bloques parece ser uno de los escenarios posibles al 2030 si se mantiene
la estabilidad y los objetivos de la primera década del siglo XXI.
Conclusiones
El mundo ya
no es ancho, pero sigue siendo ajeno. Si la tecnología redujo las
distancias del territorio y la comunicación, la innovación cultural, económica
y social, en el marco de un proyecto político universalista básico, deberá
reducir las desigualdades y generar condiciones de apropiación y distribución
equitativas. Esto implica la consolidación de políticas públicas sociales
integrales con involucramiento de actores gubernamentales, del mercado y la
ciudadanía para desarrollar, tanto a la economía como a la sociedad, en un
proceso que configure sinergias y supere subdesarrollo, exclusión y dependencia
de sectores sociales en el país y en la región.[29]
Las crisis sociales y
económicas han agudizado procesos de exclusión mostrando cambios que deben ser
abordados en su complejidad para generar propuestas que den las bases a una
nueva forma de integración social. Nuevas subjetividades dan cuenta de la
fragmentación social a la vez que expresan quiebres y emergencia de nuevos
temas y demanda de derechos. Las formas sociales de lo público y lo político
desafían a pensar local, regional y globalmente nuevos abordajes para una
democracia social, económica y política.
Retomando el análisis
comparativo realizado en FESUR (Villarreal 2004) Las transformaciones no se dan
de un día para el otro, por lo que pareciera que los cambios políticos que se están
produciendo en la región están instalando las bases de una larga marcha de
conquista o reconquista de la igualdad social, puesto que hasta para
Uruguay (el país más igualitario de la región) sería necesario que transcurra
más de dos décadas para recuperar los grados de igualdad e integración social
que lo caracterizaban.
El proceso que esta larga
marcha se propone, ante las sociedades empobrecidas y altamente desiguales, es
acrecentar la libertad real de nuestros pueblos y de las personas que viven en
este continente, pero no en forma tan lineal, como se
suponía tanto desde lo político partidario como desde la sociedad organizada en
programas progresistas contrarios al proyecto neoliberal de los 90.
La relación
intrínseca, complementaria y contradictoria, entre libertad e igualdad tiene en
las sociedades actuales, tanto una dimensión política, como una económica y
otra cultural que al disociarse reflejan visiones filosóficas e ideológicas más
profundas que deben ser abordadas desde distintos planos[30].
Las
democracias para ser «más justas» requieren plantearse cómo desarrollar la
«libertad real para todos» y esto como parte de la cohesión social. En tal
sentido, la pregunta sustantiva hoy es: ¿qué relación se requiere entre
libertad e igualdad para lograr sociedades integradas en la diversidad? Por lo
tanto, para que haya desarrollo integral para toda/os, ¿qué equidad es
necesario lograr en nuestra sociedad, en el conflicto entre igualdad deseable y
grado de desigualdad aceptable, para que se de un proceso de ejercicio de la
libertad real?[31]
La libertad
real para toda/os y no sólo para alguna/os es una contradicción conflictiva con
los otros, que reclama de objetivos sociales compartidos, donde la igualdad se
transforma en una condición para afirmar la libertad de cada uno y de todos.
Pero a la vez, una igualdad que sólo se centre en la iniciativa y en las
oportunidades, puede mutilar la posibilidad de la libertad de los que se
encuentran en situaciones de mayor desigualdad. En tal sentido, las
desigualdades, las discriminaciones y las exclusiones actuales reclaman pensar
la igualdad desde las posibilidades como condición integral, para que el
ejercicio de la libertad pueda desarrollar la iniciativa que busca valerse de
oportunidades en la sociedad. La relación intrínseca entre libertad e igualdad
para todos implica que la libertad de cada uno se acrecienta o disminuye con la
libertad de los otros, por lo que pensar la equidad, la igualdad y la justicia
supone pensar en las formas en que se posibilita el ejercicio de la libertad
sin generar una igualdad paralizante o mediocre.
Cuando se
rompe la dinámica de la alteridad social sustantiva, el impulso de autonomía y
relación se transforma en dominación, explotación, sumisión y/o desigualdad.
Por lo que pareciera que desde la sociedad -como espacio de alteridad en la
diferencia y en la diversidad- es donde adquiere sentido la tensión entre
libertad e igualdad en un proceso democrático que permite desarrollar las
posibilidades de todos. Ello se logra mediante un pacto o acuerdo social entre
las partes con relativo poder, pero también con aquellos que han quedado fuera
de los beneficios que produce una sociedad.[32]
En una
sociedad injusta la libertad está coartada para las mayorías y una sociedad es
justa si integra también los distintos aspectos de la libertad que aseguran que
sea una sociedad libre de personas en equidad e igualdad.
Posibilidades,
resultados, iniciativas y oportunidades deberían articularse en un proyecto de
desarrollo integral. La libertad negativa (lo privado) y la libertad positiva
(lo social) son dos dimensiones de la libertad real para todas/os como
condición de justicia social y ello reclama de un rol renovado del Estado como
articulador y orientador de los procesos de cambio a favor de todos los
integrantes de la sociedad y no sólo de algunos como hasta ahora.
Problematizar
a la vez ¿qué igualdad permite el ejercicio de la libertad? y ¿qué condiciones
de ejercicio de libertades hacen posible sociedades equitativas, diversas e
igualitarias? requiere una reflexión renovada de la propia izquierda que está
ingresando a gobernar en los países de la región.[33]
«Un elemento
sustancial de un nuevo régimen de organización social, que ponga la economía al
servicio de la cuestión social, es la necesidad de crear una nueva matriz
cultural y social donde el empleo deje de ser el fundamento que da derecho a
tener otros derechos sociales. No es sensato seguir adosando al empleo
remunerado la plenitud de los derechos económicos (ingreso), de los derechos
sociales (protección social) y políticos (representación de intereses
colectivos)…un sistema
alternativo de políticas sociales debería asentarse en tres pilares
universales: 1) garantía de ingreso básico, 2) salud y 3) educación.
Complementariamente, programas selectivos que se ocupen verdaderamente de
cuestiones excepcionales…».«El ingreso ciudadano es un paso ineludible para ello.
Las políticas de transferencia monetaria deberían concentrarse en una sola
política de ingreso ciudadano que garantice la mayor cobertura. Otra vez, el
primer paso es un ingreso ciudadano para la infancia, con claros diseños de su
futura expansión». Rubén Lo Vuolo – «Alternativas. La
economía como cuestión social»
Estrategia social por
la que viene transitando Uruguay que debería comenzar a pensar y acordar una
“renta básica” articulada en la región, teniendo en cuenta que Brasil ya la
implementa para una población diez veces más que la población de Uruguay.
Decisión que podría dar una base igualitaria para el desarrollo regional.
Retomando
nuevamente lo que plantea Marcia Rivera, que adquiere fuerte sentido: “descartamos
que pueda existir una teoría universal sobre cohesión social, que sea aplicable
a cualquier realidad en cualquier momento del tiempo. No existe ni parece adecuado pretender
construirla. La cohesión social es el resultado
de una particular y específica forma de articulación entre la manera en que se
ha concebido y se desempeña el Estado, la manera en que funciona el mercado, la
interacción en las familias y la sociedad civil, y la forma en que
históricamente se construyeron y evolucionaron las relaciones comunitarias y
vecinales. Todos estos elementos, complejos, dinámicos y multifactoriales, se conjugan en un entramado de políticas y
acciones concretas que tendrán resultados
también concretos y específicos, que incidirán sobre el grado y calidad de la
cohesión social y de la calidad de la convivencia en una sociedad.”[34]
Finalmente retomar la visión integral del
Enrique Iglesias es ilustrativo de lo que hemos planteado“El tema de la cohesión social es
entender que la sociedad es una cosa viva, vibrante, que tiene ciertos perfiles
cualitativos que son muy importantes, además de los rasgos cuantitativos. El
sentido de pertenencia a una sociedad o a un país; el sentido de la confianza
que se genera en la sociedad entre las personas o entre las personas y las
instituciones; la capacidad que tiene una sociedad de ser solidaria consigo
misma, de generar mecanismos de participación social, que hace que la gente no
sea un ente pasivo en la construcción de la agenda nacional sino que sea un
ente participativo en el conjunto de acciones de una sociedad, la valoración
que hace la sociedad de la democracia; la valoración que hace de la justicia;
etc. .… será posible, con toda esta
complejidad del mundo que nos somete a tantos desafíos, generar algo así como
un contrato social entre las distintas fuerzas sociales, un acuerdo a través
del diálogo, del compromiso de todas las fuerzas sociales, políticas,
económicas que operan en un país? ¿Será posible una especie de contrato en el
que tanto el Estado como la sociedad sean conscientes de sus derechos, pero
también de sus obligaciones? Si pudiéramos imaginar un acuerdo de este tipo,
estaríamos frente a una forma inteligente de abordar el tema de nuestro futuro
en forma concertada.”[35]
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Nelson
Villarreal Durán (uruguayo)
Tiene un Diploma en “Efectividad
para el Desarrollo”, PRODEV/INDES/BID. Washington DC, Estudios de Maestría
en Ciencia Política - opción Políticas Públicas y en Licenciatura de Filosofía,
Universidad de la República Oriental del Uruguay. Miembro de la red LASA, Latin
American Studies Association.
Actualmente es asesor y gestor del Equipo dinamizador de la RED DE INNOVACIÓN Y TECNOLOGIAS SOCIALES
PARA EL DESARROLLO (INIA-ANII) con apoyo del IDRC de Canadá para la región. Integrante
del equipo de investigación sobre “filosofía política y renta básica” en
FHCE-UdelaR. Docente Transversal I (Antropología filosófica con énfasis en
economía y filosofía política en la globalización, gestión de organizaciones y
RSE) en la Facultad de Ciencias Empresariales - Universidad Católica del
Uruguay. Investigador asociado de la Fundación por el Progreso del Hombre (FPH)
con sede en París y de la (UVLA)
Universidad Virtual de América Latina con sede en Lund – Suecia. Tiene
articulos publicados en revistas especializadas de la región.
Asesor de la Dirección de
la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) Presidencia República Oriental
del Uruguay (2005 - marzo 2010).Coordinador del Piloto Uruguay de la Reforma de
Naciones Unidas. Durante 2010 consultor
para el Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA) Panamá.
Coordinador del proyecto “POLÍTICAS SOCIALES comparadas en la región”
FESUR -Friedrich Ebert Stinting en Uruguay (2003-2006).
Integrante investigador del CEE-1815
(1997-2003). Responsable
del Programa de POLITICAS SOCIALES y Ambiente del Centro Latinoamericano de
Ecología Social (CLAES) e integró el equipo de D3E
(Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad). Integrante del Equipo de Políticas Públicas del IDES
y coordinador del taller de Políticas de infancia y adolescencia, pobreza y
familias.
Se desempeñó en la gestión
de proyectos y dirección de OSC de infancia, juventud, medio ambiente, DDHH y
participación ciudadana, articulando iniciativas entre sociedad civil,
empresas, responsabilidad Social y Estado (1989-2004). Integró la Coordinadora
de Organizaciones Sociales del Foro Social Uruguay – FSM y MOST-UNESCO.
Integrante de la Directiva de la Asociación Nacional de ONG orientadas al
Desarrollo ANONG y la Directiva de la ONG “Vida y Educación”
infancia y adolescencia.
[1] “La idea de metamorfosis, más rica
que la de revolución, contiene la radicalidad transformadora de ésta, pero
vinculada a la conservación (de la vida o de la herencia de las culturas).
¿Cómo cambiar de vía para ir hacia la metamorfosis? Aunque parece posible
corregir ciertos males, es imposible frenar la oleada
técnico-científico-económico-civilizatoria que conduce al planeta al desastre.
Y sin embargo, la historia humana ha cambiado de vía a menudo. Todo comienza
siempre con una innovación, un nuevo mensaje rupturista, marginal, modesto, a
menudo invisible para sus contemporáneos. Así comenzaron las grandes
religiones: budismo, cristianismo, islam. El capitalismo se desarrolló
parasitando a las sociedades feudales para alzar el vuelo y desintegrarlas”.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Elogio/metamorfosis/elpepuopi/20100117elpepiopi_13/Tes
[2]
N. Villarreal “La larga marcha hacia la igualdad social” Fesur 2004.
[4] Ver Van Parijs Ph.(1996) Libertad real para todos,
Barcelona, Paidós.
[5] Tema
interesantemente abordado en la apertura del seminario por el sub-director de
OPP Ec. Gerónimo Rocca
[6] BID
“La política de las políticas públicas” (2006)
[8] La
cohesión social hoy, concluye el informe de la CEPAL, debe pensarse en un contexto histórico en el
cual el Estado, el territorio, la economía, y la cultura no coinciden más que
parcialmente; donde las representaciones de la cultura nacional se transforman
en simulacros producidos por los medios de comunicación, las poblaciones
circulan y se desplazan, y las informaciones circulan en tiempo real y alcanzan
vastas áreas del planeta. Más aún, el orden funcional y evolutivo de la
división del trabajo ya no corresponde a las transformaciones de la industria y
los servicios, ni a un sistema político cuyas decisiones económicas deben tomar
en cuenta las conexiones cambiantes del contexto mundial. Por esas razones, el
asunto de la cohesión social resulta complejo y en muchos sentidos difícil de
aprehender. El Informe también pasa revista del marco histórico de América
Latina, los avances de la globalización y del imaginario democrático, las
reinvenciones de lo nacional, la llamada crisis de identidad nacional, los escenarios
de la modernidad urbana y las movilidades. Al final se plantean algunas
conclusiones sobre la relevancia de los análisis para las políticas públicas
que deseen profundizar la cohesión social“. Marcia Rivera, Documento base “La
cohesión social en América Latina, ¿quimera o posibilidad?
[9] PNUD (2004) La Democracia en América Latina. Hacia la
Democracia de ciudadanas y ciudadanos
[10] “Cohesión social. Inclusión y
sentido de pertenencia en América Latina y el Caribe” 2007 ver capitulo IV: “Algunos
factores subjetivos de la cohesión social: un enfoque basado en los sondeos de
opinión”
[11] “En
este sentido, es notable el bajo sentimiento solidario en la región cuando
están en juego recursos materiales propios (28%), explicable en parte por el
rechazo mismo a los impuestos. Por otro lado, es probable que las tendencias
observadas se asocien precisamente a la exclusión social, porque esta exclusión
se expresa también en la no participación, como beneficiario, de los mecanismos
de solidaridad institucional, de movilidad social, y de deliberación pública y
política. Muchas veces el Estado no está presente, o solo lo está para recaudar
(aunque sea con impuestos indirectos)”.
[12] “Las
condiciones subjetivas para lograr un acuerdo social. El cumplimiento efectivo de los principios
democráticos crea confianza social en las personas y la confianza potencia la
solidaridad. Uno de los problemas más complejos de todo sistema democrático, y
en particular los de nuestra región, es que debe resolver diversos dilemas
(sociales y económicos) con un
equilibrio que garantice la libertad y la justicia a partir de una racionalidad
instrumental. No obstante, aunque esta racionalidad instrumental es el recurso
más confiable para resolver esos dilemas, puede ser insuficiente para crear una
cultura donde se ejerza la solidaridad y existan canales para expresarla, que
es la base para una cultura del desarrollo (Errázuriz, 2001). Esta lógica puede
llevar a que las personas renuncien al esfuerzo de asumir un compromiso
personal y directo con el interés público o el proyecto social. Esta falta de
compromiso social también puede presentarse cuando las contradicciones de los
individuos se exacerban, lo que los puede llevar a centrarse estrictamente en
su propia libertad e intereses individuales, al margen de cualquier
consideración y pertenencia”
[13] “Reporte
social 2009. Principales caracteristicas del Uruguay social” OPP-AGEV-MIDES
[14] Bittencourt
G., Rodríguez A. , Torres S. (2009)
“Factores clave para el crecimiento económico sostenido en Uruguay” OPP
[15]
ver “La experiencia del Fondo Regional de Colonia…” Alejandra Camejo
[16] “Uruguay
Integra es un Programa de cooperación internacional entre la Unión Europea (UE)
y la Presidencia de la República a través de la Oficina de Planeamiento y
Presupuesto (OPP) que tiene como objetivo fortalecer la descentralización y
contribuir a la cohesión social y territorial en Uruguay. El plan de ejecución
de Uruguay Integra abarca el período 2008 – 2012, trabajando hasta el momento
en un total de 15 proyectos aprobados que se encuentran diseminados en 17
departamentos del territorio nacional. Con ellos la propuesta es aportar
a la transformación democrática del Estado, aproximándolo al ciudadano,
logrando la descentralización política con participación ciudadana, y la
valoración creciente de los gobiernos departamentales para la ejecución
conjunta de políticas públicas con el gobierno nacional y los Ministerios en
todo el territorio”
http://www.uruguayintegra.gub.uy/
[17] “... es un programa orientado a consolidar la capacidad
de Uruguay en generar, transferir y adaptar el conocimiento de la tecnología
para aumentar la competitividad del sector productivo a través de la puesta en
marcha del Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación. Uruguay
INNOVA es un programa impulsado por la cooperación de la UE en Uruguay
que promueve acciones específicas que cubren en su conjunto la totalidad de la
cadena de valor del conocimiento como herramienta para fortalecer la capacidad
de generar y transferir dicho conocimiento”. http://www.uruguayinnova.org.uy/uruinnova.htm
[18] http://www.opp.gub.uy/unaonu - ver dossier
http://www.opp.gub.uy/unaonu/imagenes/dossier%20seminario.jpg
[19] Pablo
Martinis “Los procesos educativos y la cohesión social en Uruguay”
[20] Pablo
Martinis “Los procesos educativos y la cohesión social en Uruguay”
[21] Ernesto
Rodríguez “Jóvenes y cohesión social en el Uruguay: ¿de la invisibilidad al
protagonismo?”
[22]
Marcos Lorenzelli “Trabajo, ciudadanía y construcción de capital social para
fortalecer la cohesión social”
[23] PNUD (2010) Informe sobre Desarrollo Humano. La verdadera
riqueza de las naciones: caminos al desarrollo humano
[24] ver
documento de E. Rodríguez “Jóvenes y cohesión social en Uruguay: de la
invisibilidad
[25] El
rápido envejecimiento de la población en América Latina, junto con la pobreza
extendida y los problemas económicos de la región, pondrán una gran presión
sobre los gobiernos de muchos países latinoamericanos, especialmente teniendo
en cuenta que el sector público está asumiendo cada vez más responsabilidades
por el bienestar de los ciudadanos. El drástico aumento que se espera en la
cantidad de personas mayores hace que sea necesario preguntarse cómo
estructurar los programas de jubilación de manera que no fomenten el retiro a
edad temprana y que no dependan, a su vez, de una elevada proporción entre el
número de trabajadores actuales y el número de personas jubiladas. Uruguay, por
ejemplo, subió recientemente la edad de jubilación de 55 a 60 años para las
mujeres y de 60 a 65 años para los hombres.
[26] La
creciente presencia de China e India en la economía mundial de hecho puede
ayudar a América Latina. Los dos gigantes asiáticos son compradores importantes
de productos básicos de América Latina, como granos, metales industriales,
petróleo y otras fuentes de energía. Si bien el crecimiento general de América
Latina, de 5,1% en 2007, es menor que el de China e India, algunos países como
Panamá, Perú, Argentina, Uruguay y Colombia han alcanzado tasas similares a las
de Asia en los últimos cuatro o cinco años y “han comenzado a demostrar un
dinamismo económico que podría incentivar la tendencia de crecimiento”. Los países de América Latina pueden usar sus
recursos naturales a modo de puente hacia la prosperidad, pero para
efectivamente avanzar e incrementar el crecimiento económico en el largo plazo,
es necesario incorporar instituciones, innovación, emprendimiento y mano de
obra calificada a la receta para crear un “círculo virtuoso de crecimiento de
la productividad”. Las brechas en la calidad de la educación, capacidad de
innovación y de adopción y adaptación de innovaciones, cantidad y calidad de la
infraestructura física y confiabilidad de las instituciones contractuales
parecen ser claves.
[28] BM (2005) “Desigualdad en América Latina ¿rompiendo con
la historia?
[29] PNUD (2010) Informe sobre Desarrollo Humano. La verdadera
riqueza de las naciones: caminos al desarrollo humano
[30] Ricoeur, Paul, Si mismo como un otro, Madrid, Siglo
XXI,1996.
[31] Ver Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona,
Paidós, 1974.
[32] ver
“Renta Básica y mínimos sociales” N. Villarreal, en libro colectivo sobre
Introducción a la Renta Básica FHCE-UdelaR, CSIC, inédito 2011.
[33] Ver sobre los problemas de agencia Amartya Sen (1995) Nuevo
exámen de la desigualdad Madrid, Alianza y sobre las condiciones de
igualdad de posibilidades Phillippe van Parijs (1996) Libertad real para
todos, Barcelona, Paidós.
[35] Enrique Iglesias, Los desafíos del Uruguay en el siglo
XXI. La cohesión social, Conferencia en conmemoración del 50 aniversario
del CLAEH, Montevideo.