Renta Básica Universal, para la
libertad real de las personas. Un instrumento del
desarrollo equitativo en las sociedades del siglo XXI
(publicado en Semanario Brecha en febrero 2013)
Es tiempo de soñar nuevas
utopías que acrecienten la libertad como posibilidad real de todos y no solo de
algunos, asumiendo otros tipos de
autonomía y restricciones para el desarrollo de las sociedades en lo
local, regional y global .
“Los dilemas del reparto.
La RBU divide a la academia”, tituló Carolina
Porley, en Brecha del viernes 25, enmarcando
una discusión que genera valoraciones contrapuestas entre economistas, pero que
implica varias otras dimensiones y disciplinas, retomando uno de los
disparadores desde la filosofía, con el
libro: “Introducción a la Renta Básica
Universal” .
Por otro Andrés Rius del IE-FCEA publicó a fines de diciembre en La Diaria la
nota “Renta Básica y economía menos
básica”, mostrando que el abordaje de algunos de sus pares tienen una
valoración no acorde a lo que requiere el siglo XXI y que algunos argumentos
críticos a la propuesta de RBU condicen mas con la visiones neoclásicas, que
hasta en su contrario pueden incorporar la propuesta más que desecharla. Asimismo
interesantes artículos de Andrés Peixoto en El País muestran el interés a
favor, como otros de carácter detractor.
Acordando en la necesidad de incorporar avances recientes de la
economía en relación con la filosofía permitiría acercarse más hacia la utopía
de la igualdad básica. Esto daría las bases para consolidar la libertad real de
todas las personas, no
dejándola atada solo al mercado o a los derechos civiles en forma restrictiva,
sino habilitándola en todas sus potencialidades para un mejor desarrollo de sí
mismas y de las sociedades. No independiente de otras variables como la
producción y usufructúo de los bienes en la sociedad y la naturaleza que debe
repensarse ya en el paradigma actual para que no siga quebrando y deprede la
naturaleza y la sociedad.
La idea de RBU puede ser rastreada desde el mundo griego, como
condición para el ejercicio de la democracia, pasando por los humanistas Tomás
Moro y Juan Vives, que argumentan una renta mínima garantizada en una visión
judeo-cristiana, pasando por municipios europeos del siglo XVII a Thomas Paine
y la justicia agraria en el liberalismo americano del siglo XVIII, o el
socialismo utópico de varios autores, la visión de socialización de los medios
de producción de Marx en el siglo XIX, la seguridad social del estado social
bismarckiano ligado a la etapa industrial, hasta la renta mínima de inserción
de los franceses en el siglo XX a las experiencias de RB y mínimos sociales
condicionados de los gobiernos progresistas latinoamericanos actuales de
principios del siglo XXI, se relacionan parcialmente con la propuesta. Concluyendo en lo que se ha denominado la “vía capitalismo al comunismo” desde los
mínimos igualitarios y no desde los resultados igualitaristas.
Efectivamente la idea de
renta básica genera conflicto y contradicción a la vez que emerge por un lado
como instrumento que puede reordenar o complementar los sistemas de protección
social articulando una serie de derechos sociales o simplificándolos para su
mayor eficacia, a la vez y busca completar el ciclo de dimensiones que
consolidan la aspiración a la libertad en las sociedades modernas que no logran
concretar la promesa iluminista de felicidad y realización. La RBU se caracteriza en su objetivo por ser
pensada como incondicional y universal, laica y ecuménica, exactamente idéntica
a la condición de sufragio universal democrático y este es el diferencial que produce el cuestionamiento fuerte en la
medida que su viabilidad depende no solo
del reconocimiento de derechos, sino de una distribución de recursos producidos
por toda la sociedad y no en base a contrapartidas sino en la confianza del
bien que implica la libertad.
Desde la teoría liberal
conservadora-propietarista de R. Nozick, pasando por la teoría liberal de
izquierdas de la justicia como equidad de J. Rawls hasta llegar al ideario
normativo republicano y el neo-marxismo de Van Parijs, es posible justificar la
propuesta social de la RBU, sin embargo las consecuencias son distintas en una
visión ultra-liberal que en una socialista.
De la misma forma que el sufragio universal no solo se consolidó
como instrumental sino como objetivo de las sociedades en crear democracia, así
mismo la renta básica no solo busca ser un instrumento de mínimos sociales para
la inclusión, la igualdad básica y la distribución, sino que busca crear las
condiciones de un acrecentamiento de la autonomía de las personas y puesta en
relación con otras dimensiones, propender a hacer viable sociedades con mayores
posibilidades de ejercicio de la libertad mas integral que lo que hoy tenemos.
El ejercicio de la libertad en el ser humano es un foco móvil en la
subjetividad, la historia, la sociedad y en la economía. El propio conflicto de
su posibilidad genera miedos y deseos, también valoraciones de los otros sobre
hasta dónde y cómo las personas saben ejercerla y aprovecharla y lo que se le
permite a algunos sectores sociales, se le condena a los otros. De la misma
forma que es clave para el ejercicio de la libertad incentivar a las personas a tomar iniciativa
y ser innovadores, es sustantivo que
puedan desencadenar su autonomía en todas las formas que imaginen asumiendo la
alteridad con los otros. La aceptación y reconocimiento como una condición de
la propia dignidad de cada uno no puede ser efectiva si no se dan a la vez las condiciones materiales
básicas, la predisposición subjetiva y el reconocimiento de los otros.
Pareciera que mucho de los sistemas actuales pretende solo encasillar en un
paradigma que llevado a su extremo muestra que no logra hacer que todos sean
parte del, excluyendo o fagocitando, por tanto es necesario pensar paradigmas
que efectivamente amplíen las posibilidades, tanto de inclusión e igualdad,
como de ejercicio más integral de la libertad.
El análisis de las sociedades en los últimos 50 años en los
paradigmas ejercidos a la fecha dejan fuera algún aspecto de la libertad o de
la igualdad que terminan mutilando la posibilidad de todos. Es necesario pensar
en mecanismos de ganar-ganar que permitan tanto la autoafirmación de cada uno,
como el reconocimiento de los otros en la diversidad de capacidades que se
desencadenan si se dan determinadas condiciones.
En la medida que las estrategias de desarrollo implementadas a la fecha o son
viables para algunos sectores o países o depredadoras de la posibilidad de otros. Dar cuenta de modelos de desarrollo no solo
viables sino inclusivos, igualitarios y sustentables en relación al planeta
hace poner bajo sospecha muchas de las teorías clásicas tanto en la economía
como en las ciencias sociales, demandando de la filosofía una reflexión que
logre provocar o repensar ideas permanentes en estos tiempos.
A principio de enero de 2013, en Santiago de Chile, se desarrollo la
Internacional del Conocimiento, espacio de intercambio de saberes entre Universidades
dónde uno de sus foros fue sobre qué de desarrollo
se requiere para que se superen a la vez
las desigualdades, se genere la necesaria innovación y creatividad, cómo
revertir la depredación de la naturaleza y promover nuevas formas de consumo
sustentable y convivencia. En ese contexto se reflexionó que ni el sistema
productivo, ni social están dando cuenta de las dificultades y baches de los
paradigmas en funcionamiento que por un lado u otro muestran su insuficiencia.
El mito de la modernidad produjo la idea que todos los seres humanos
tienen el derecho a la libertad y esta debe ser construida no solo como
resultante de la individualidad sino como una condición social igualitaria en
algún nivel para que todos puedan ser libres.
Era una utopía en el siglo XIX pensar el derecho de los ciudadanos a votar,
a educarse, a tener salud, a la
protección social en la infancia, el desempleo o la vejez, en el siglo XX se consolidaron conquistas que
asocian la libertad a un conjunto de derechos sociales y salvo lo que
presuponen la libertad ligada a la exclusiva iniciativa de los individuos,
aceptan que se generen mecanismos, menores o mayores de intervención social
para igualar y proteger en determinados niveles. En el mismo sentido emerge la idea de renta
básica como una condición necesaria pero no suficiente para que podamos
desarrollarnos en libertad e igualdad básica en el siglo XXI.
La disyuntiva, que a la vez teórica y práctica, es también ideológica
e instrumental respecto a cómo se generan las condiciones para que las sociedades logren mejor
“bienestar” o “buen vivir”, desde una perspectiva dónde todos los individuos de una sociedad no
deberían ser reconocidos solo por su capacidad de iniciativa o sus derechos
políticos, sino también por la autonomía relativa que los habilite
efectivamente a tomar decisiones que les permita ser libres, con margen de
opción básica, haciendo efectiva la ausencia de coacción no solo en lo formal.
En Uruguay,
como en toda América Latina
y el mundo, la propuesta de RBU, como se ha dicho en los artículos citados y el
libro de FHCE retoma, defendida o cuestionada por ultraliberales, liberales, socialdemócratas, como
por distintas vertientes socialistas.
Esto se debe a que alude a un aspecto sustantivo del deseo vital del ser
humano: ser libre y que ello sea una condición de toda la comunidad.
El conflicto que se produce es qué vínculo tienen lo individual y lo
social en la economía y en las formas organizacionales que producen tanto la
generación de la riqueza como su distribución a los efectos que el mecanismo
que se utilice posibilite efectivamente la autonomía de las personas. ¿Cuáles
son los grados de libertad en relación a la igualdad que la facilitan o la
entorpecen? ¿Cuáles son los grados de igualdad en relación a la libertad que la
potencian y no la estancan? En parte libertad e igualdad son dos caras de una
misma realidad y tienen su propia dimensión, pero lo que parece claro es que
para que seamos seres autónomos se debe
jerarquizar en la libertad y la pregunta es cómo, para que sea efectivamente
una condición para cada uno y todos a la vez.
El objetivo de llegar a la libertad radicalizando la igualdad de
resultados, produjo a la vez sociedades con sistemas universalizables, pero que
en muchos casos y sobre todo en el socialismo real y la crisis de la mayoría de
las socialdemocracias, detuvo una iniciativa individual reclamada como condición necesaria para que
se generen mercados activos. Por otro lado el objetivo de ligar la libertad a
la exclusiva iniciativa de los individuos, desencadeno cierta creatividad, pero
produjo desigualdades sustantivas que están a la base del quiebre societal que se
ha producido en las tres últimas décadas en distintos continentes. Asimismo las
propuestas de crecimiento con equidad, liberalismo social o sinergias entre
políticas económicas y políticas sociales que buscan articular la capacidad de
iniciativa con la igualdad de oportunidades tanto en formas de mercado, como en
sistemas de inclusión social y económica, ampliando la inclusión pero no
resuelven la sustentabilidad a la hora
de asumir los vaivenes de la dinámica económica.
En tal sentido la relación de la libertad con la igualdad tanto en lo
relativo a la centralidad de la iniciativa o de los resultados respecto a las
oportunidades reclaman el que se esté posibilitado para poder tomar iniciativa,
valerse de las oportunidades y tener el margen de autonomía suficiente como
para que la condicionalidad sea una motivación, restricción o posibilidad ante
la que se pueda efectivamente decidir y estar obligado a hacer algo que
eliminaría per se la condición de libertad. Se busca que se logre el
reconocimiento de cada persona por parte
de la sociedad a poder realizar lo que desea, sea esto el ocio o cualquier acción
dando condiciones para mayor democracia.
Lo Vuolo, plantea que «Un
elemento sustancial de un nuevo régimen de organización social, que ponga la economía
al servicio de la cuestión social, es la necesidad de crear una nueva matriz
cultural y social donde el empleo deje de ser el fundamento que da derecho a
tener otros derechos sociales. No es sensato seguir adosando al empleo
remunerado la plenitud de los derechos económicos (ingreso), de los derechos
sociales (protección social) y políticos (representación de intereses
colectivos)…un sistema alternativo de políticas sociales debería asentarse en
tres pilares universales: 1) garantía de ingreso básico, 2) salud y 3)
educación. complementariamente, programas selectivos que se ocupen
verdaderamente de cuestiones excepcionales».
El cómo se posibilita y se lleva a la práctica secuencialmente y se
hace compatible con otros aspectos como el empleo, la iniciativa y el
desarrollo, supone a la vez una mirada distinta de hasta dónde estamos
dispuestos a aceptar el posibilitar la libertad y hasta dónde se acepta
socializar lo que se genera como resultado de la inteligencia social acumulada
en las sociedades, independientemente de los individuos o grupos que lo lideren
como emergentes de una sociedad local, regional y global. Tema para otro
artículo.
Lía
Berisso (comp.), Carmen Demárquez, Nelson Villarreal y Karen Wild FHCE- CSIC –
UdelaR, ver reseña de Horacio Bernardo